El gráfico siguiente muestra la proporción del término «aceite esencial» en obras escritas, desde el sigo XIX hasta la actualidad. Este gráfico nos muestra que: 1) Debemos ser conscientes de que los aceites esenciales se utilizan desde hace siglos. 2) Los aceites esenciales fueron eclipsados a lo largo del siglo pasado por los increíbles progresos en el campo de la química y la sintetización de la moléculas en laboratorios, lo que llevó a que, en comparación a los medicamentos sintéticos, los precios de los productos naturales fueran prohibitivos. 3) Desde hace unas décadas, los productos naturales ganan popularidad, sin duda gracias la concienciación de una parte de la población, posiblemente impulsada por una industria demasiado avarciosa para seguir siendo lúcida.
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Pero antes de ponernos a hablar de los dos últimos siglos, vamos a retroceder todavía más en el tiempo para ver qué nos puede aportar la sabiduría de nuestros ancestros. Vamos a remontarnos a hace más 6000 años...
Los perfumes se creaban mediante la maceración de plantas, para posteriormente fumigar las casas con el resultado de esta maceración. Desde la aparición de los aceites esenciales en la medicina, las creencias religiosas están siempre muy ligada a su utilización. Al igual que en el antiguo Egipto, en Mesopotamia se consideraba que los aceites esenciales tenían la función de «purificar el espíritu» antes del encuentro con los dioses y de prepararse para el renacimiento. Sin embargo, no solo los muertos utilizaban los aceites esenciales. Poco a poco, se extendió la utilización de las propiedades de diferentes plantas para tratar problemas cutáneos: irritaciones, picaduras, y un largo etcétera.
A día de hoy, las diferentes tribus amerindias todavía utilizan plantas medicinales para combatir diferentes males. Las utilizaciones son diversas: aliviar el dolor, como método de purificación, para desarrollar el espíritu, para limpiar el hogar, etc.
Mucho después, en el siglo I de nuestra era, Dioscórides, un médico griego que tuvo una gran influencia durante el Imperio romano, escribió cinco volúmenes bajo el título de De Materia Medica, en los que recopilaba hasta 600 plantas medicinales. Esta obra será la biblia de los aceites esenciales hasta el Renacimiento.
Las plantas medicinales eran utilizadas exclusivamente en monasterios y en casas de nobles. En esta época, la búsqueda de la inmortalidad se convierte en una prioridad, y se creía que la poción capaz de otorgarla la creaban los druidas galos. Hay que tener en cuenta que, entonces, la medicina no podía entenderse sin la religión, ya que los apotecarios y curanderos eran antiguos clérigos.
El interés por los aceites esenciales resurge durante las Cruzadas, en el retorno a la Tierra Santa. La destilación se convierte en una práctica habitual; todo se puede destilar. Las esencias son un símbolo de purificación y de la concentración de las fuerzas divinas. De mejor calidad que sus predecesores, los aceites esenciales fabricados durante la época de las Cruzadas eran la base de cualquier remedio, gracias a sus poderosas propiedades antibióticas, muy necesarias durante un periodo plagado de epidemias.
El interés crece durante el reinado de Felipe II de Francia y la aparición de los maestros perfumistas. Estos último crean un nuevo concepto: perfumar el cuero. Esta técnica, nacida en Italia, se instala rápidamente en Francia, tanto es así que rápidamente París usurpa el puesto de Venecia como capital del perfume. Pero tendrá que llegar el renacimiento para que los perfumistas monopolicen totalmente los aceites esenciales.
En el mundo de la medicina, fue Paracelso quien vuelve a poner sobre la mesa el poder de los aceites esenciales con su teoría de que las diferentes partes de las plantas corresponden a una parte de nuestra anatomía. Esta correspondencia significaría, por ejemplo, que las hojas de una planta determinada podrían aliviar las dolencias relacionadas con el sistema respiratorio. Por poner otro ejemplo, también aseguraba que la resina de los árboles era capaz de cicatrizar cualquier herida.
Ibn Sina, médico y filósofo persa, consigue mejorar el proceso de destilación gracias a la invención del serpentín. El serpentín es un tubo en forma de espiral que permite que el vapor aromático se enfríe rápidamente y pase a su forma líquida. Antes de su invención, el vapor se enfriaba por mediación de esponjas húmedas, lo que conllevaba una importante pérdida de líquidos. El serpentín se sigue utilizando a día de hoy.
Es una historia muy conocida: cuatro ladrones se ungían el cuerpo con un elixir de fuertes propiedades antiinfecciosas. Este elixir estaba compuesto por ocho aceites esenciales: ajenjo, esclárea, romero alcanfor, menta piperita, clavo del olor, canela, ajo y alhucema. Después, se colaban en las casas de la gente infectada para robarles. Cuando fueron arrestados, las autoridades no daban crédito a que estos hubieran podido escapar a la epidemia, y, a cambio de su libertad, los ladrones ofrecieron al mundo su receta.
Al final de este periodo, las costumbres francesas cambian, del mismo modo, los perfumes también lo hacen. Antes de la revolución, se preferían los perfumes pronunciados, de olor fuerte mientras que, después de esta, los perfumes ligeros, dulzones y afrutados ganan popularidad. La burguesía vuelve a apropiarse de los perfumes y, de nuevo, los utilizan sin medida: para acicalarse, para perfumar sus cartas, en animales...
Los maestros perfumistas reaparecen como empleados de las personas más adineradas: les siguen durante todo el día para proponerles diferentes perfumes en función de la situación. Las perfumerías y droguerías también ven la luz durante este periodo. La estética y la apariencia vuelve a ser la preocupación principal de los estratos más altos de la sociedad francesa.
Habrá que esperar hasta el «desgraciado» accidente de René-Maurice Gattefossé, padre de la aromaterapia, en 1910 para descubrir las propiedades beneficiosas de los aceites esenciales en nuestro organismo.
René-Maurice siente un fuerte interés por la perfumería y comienza a trabajar en el negocio familiar, donde su interés por el perfume de las plantas y sus vapores crece.
El 25 de junio de 1910, mientras está en su laboratorio, algo explota accidentalmente. Con quemaduras en la cabeza y en ambos brazos, se sumerge sin pensarlo demasiado en un cubo lleno de aceite esencial de Lavanda. Esto alivia su dolor inmediatamente, y la posterior cicatrización es más rápida y eficaz. Gracias a este «experimento», su interés por las plantas y sus aceites esenciales crece, aunque ya no en el ámbito de la perfumería.
Su primera obra, publicada en 1931 se titulará Aromaterapia. Es la primera vez que se utiliza este término. Además, en esta publicación se relacionan por primera vez las propiedades de los aceites esenciales con su composición bioquímica.
A pesar de haber realizado un gran trabajo de investigación y de haber demostrado la eficacia de los aceites esenciales en la medicina, los descubrimientos de René-Maurice Gattefossé no consiguen el reconocimiento que merecen. Esto se debe a que, durante este mismo periodo, nace la creación de productos químicos sintéticos. La competencia entre laboratorios es feroz. Además, el desconocimiento de las propiedades de cada aceite esencial conlleva una mala utilización, lo que hace que su popularidad se reduzca considerablemente.
La aromaterapia de hoy en día también le debe mucho a Jean Valnet. Su trabajo de investigación y su voluntad de divulgar el trabajo de René-Maurice Gattefossé consiguen que la credibilidad de los aceites esenciales aumente entre los médicos franceses.
Además, dará a conocer las propiedades antiinfecciosas de los aceites esenciales, muy necesarios durante la Guerra de Indochina. Las heridas de los soldados se vendaban con tejidos empapados en aceites esenciales, tal y como se hacía en el antiguo Egipto. Esto también pone en evidencia las desventajas de los tratamiento antibióticos: las bacterias acaban por acostumbrarse a este tipo de medicamentos, por lo que su eficacia disminuye progresivamente. Esto implica que, para obtener el mismo efectos, deben crearse moléculas sintéticas cada vez más nocivas para nuestro organismo. Los aceites esenciales son la solución ideal para aliviar diversas dolencias sin atacar a nuestro organismo.
De este modo, la aromaterapia reaparece en Francia, y no tarda demasiado en ganar popularidad por todo el mundo, especialmente en los países occidentales como, por ejemplo, Alemania, Inglaterra o los Estados Unidos. En 1964, la obra Aromaterapia del doctor Jean Valnet cosecha un éxito a nivel mundial. En ella explica la posología de cada aceite esencial en caso de diferentes dolencias.
Además, Jean Valnet desarrolla un método para evaluar la actividad antimicrobiana de los aceites esenciales. Esta técnica ya se utilizaba para evaluar la efectividad de los antibióticos sintéticos. Se trata del mismo proceso, pero para evaluar un producto diferente.
Si se considera a René-Maurice Gattefossé como el padre de la aromaterapia moderna, no cabe duda de que Jean Valnet jugó un papel fundamental en la divulgación de su práctica entre el gran público.
Desde hace 30 años, la aromaterapia es accesible para todo el mundo, y la información sobre la materia no deja de aumentar. En 1975, será Pierre Franchomme, bioquímico francés, quien funde el primer laboratorio especializado en aceites esenciales. Gracias a su trabajo, se volvió más fácil identificar las especificidades bioquímicas de cada aceite esencial. El objetivo de su investigación era reducir los problemas terapéuticos y tóxicos, así como los efectos secundarios ligados a la utilización de los aceites esenciales.
En 1991, Dominique Baudoux, farmacéutico belga, será nombrado sucesor de Pierre Franchomme como director del laboratorio, y pone a la venta diferentes sinergias de aceites esenciales, ya listas para que sus clientes puedan utilizarlas directamente. También transforma los aceites esenciales para que sean más fáciles de utilizar (en cápsulas, champús...).
Para ampliar la información disponible acerca de los aceites esenciales, y para limitar los riesgos de utilización, Dominique Baudoux decide especializarse en la didáctica de los aceites esenciales publicando libros y dando clases, ambos destinados tanto a principiantes como a especialistas de la aromaterapia. Durante la década de los 90, abrirá el primer centro de formación en aromaterapia. Su objetivo era desarrollar técnicas y medios para informar a los usuarios de aceites esenciales para protegerlos y que comprendieran que los aceites esenciales deben utilizarse con moderación.
A día de hoy, la aromaterapia se utiliza en todas partes del mundo, y la información con respecto a los aceites esenciales es mucho más precisa. Muchos laboratorios llevan a cabo investigaciones sobre la aromaterapia ecológica. La aromaterapia es, sin duda, una de la técnicas más naturales para aliviar las dolencias de nuestro organismo, eficaz tanto para prevenir como para curar.