La depresión y el alcoholismo suelen estar relacionados. El alcohol puede tener efectos bastante especiales en el cuerpo humano, y esto es aún más cierto cuando el organismo está debilitado o decaído. Pero el peligro del alcohol es que puede engañar al cuerpo durante algún tiempo, antes de encerrarlo en un círculo vicioso (entre alcohol y depresión). Pero, ¿cómo explicar este vínculo entre alcohol y depresión? ¿Y cómo podemos luchar contra el alcohol cuando estamos en nuestro punto más bajo?
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Es difícil decir cuál de estos dos problemas causa el otro, pero parece claro que existe una relación. Una de las teorías que parece más probable es que, ante los primeros síntomas de un ataque de nervios, la pena y la tristeza se instalan y el alcohol puede ayudar a enterrar estos sentimientos y hacer que uno se sienta mejor. Pero esto es sólo temporal, y en cuanto desaparecen los efectos del alcohol, vuelve la infelicidad. El paciente siente entonces la tentación de repetir la experiencia hasta entrar en el círculo vicioso del alcoholismo.
En cuanto el alcohol se convierte en una parte importante de la vida cotidiana, sus efectos se vuelven cada vez más perversos. El alcohol ya no tiene los efectos eufóricos que se pretendía en un principio, sino que se convierte en provocador de ansiedad y conduce a la depresión. Sin embargo, es extremadamente difícil dejarlo, lo que dificulta la recuperación.
El alcohol disminuye los efectos beneficiosos de la medicación y aumenta el comportamiento violento e impulsivo provocado por la crisis nerviosa.
De hecho, con el alcohol, la depresión es aún más violenta y mucho más difícil de superar incluso con medicación muy eficaz.