No todos somos iguales cuando se trata de crisis nerviosas. Algunos son más propensos debido a su trabajo estresante y que provoca ansiedad. Otros son más propensos a la depresión por el factor hereditario. La depresión no es una enfermedad que afecte sólo a los adultos. Es una patología que también puede desarrollarse en niños y adolescentes, con consecuencias desastrosas para su vida cotidiana y su futuro. Pero, ¿a qué personas afecta más la depresión nerviosa?
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La primera discriminación de esta enfermedad tiene que ver con el sexo. Las mujeres se ven afectadas dos veces más que los hombres (el 10% de los hombres frente al 20% de las mujeres en Francia). Esto se explica, en particular, por la reacción del organismo al estrés, de modo que la progesterona segregada por los ovarios impide reducir el estrés y vuelve a la mujer más frágil.
Los cambios hormonales, propios de la mujer, también pueden considerarse un factor de riesgo. El factor hereditario también desempeña un papel importante, de modo que si existen antecedentes de crisis nerviosas, las probabilidades de padecerlas aumentan de alrededor del 15% a casi el 40% (con variaciones según los estudios).
En cuanto a los factores de riesgo adquiridos a lo largo de la vida, transmitidos por el entorno, también observamos preferencias por la enfermedad. Es el caso, en particular, de los niños maltratados o sometidos a violencia, pero también de los niños desatendidos cuyos padres no les dan suficiente afecto y atención.
La presión social también puede tener efectos negativos en la psicología de una persona. Durante la adolescencia, la presión de la sociedad se siente con más violencia y puede llevar a la depresión cuando una persona no puede encajar en el modelo que la sociedad o el entorno le imponen. Este es también el caso de las mujeres , sometidas a diario (incluso en los países más desarrollados) a una mirada y una presión social bastante violentas.
Los adolescentes están sometidos a muchos factores estresantes en diferentes formas. Por lo tanto, es normal que algunos adolescentes, bajo la presión de factores estresantes a veces excepcionales (duelo, ruptura, decepción), desarrollen una crisis nerviosa. Los síntomas suelen ser los mismos para todos, pero algunos aspectos son más marcados en el caso de los adolescentes.
El adolescente que sufre una crisis nerviosa se siente solo, pierde la confianza en sí mismo y en su futuro; se vuelve muy irritable y se deja abrumar fácilmente por sus emociones (tristeza, ira, etc.); cada vez tiene menos energía, se siente siempre cansado, su apetito y su sueño también se resienten.
El mayor riesgo y el síntoma más grave son los pensamientos suicidas, que deben tomarse muy en serio y recibir apoyo hasta la recuperación. Estos pensamientos no siempre son muy claros, por lo que es importante estar atento a bromas sobre la muerte y el suicidio, visiones de un futuro sin el adolescente... Estos síntomas muestran que el adolescente necesita ayuda para reconducir su vida y, sobre todo, un tratamiento para reequilibrar la química del organismo.
Los efectos de una crisis nerviosa en los adolescentes pueden ser muy diversos, y no deben confundirse con un simple ansia de libertad o una falta de madurez.
Si está deprimido, el adolescente tendrá dificultades para concentrarse y esto se reflejará en su rendimiento escolar. No es infrecuente que los adolescentes deprimidos huyan o enmascaren sus síntomas con el consumo, a menudo excesivo, de alcohol y drogas.
También pueden observarse comportamientos inusuales (autolesiones, violencia, temeridad ante el peligro). Las autolesiones son un signo claro de angustia que a veces puede desembocar en intentos de suicidio.
A menudo es difícil reconocer los signos de una crisis nerviosa en un niño. Esto se debe a que los niños no expresan mucho sus sentimientos, especialmente cuando no se sienten bien. Pero hay algunos indicadores que pueden confirmar que el niño está enfermo si se sospecha de una crisis nerviosa.
Las dificultades en la escuela son siempre un buen indicador de la salud del niño, un descenso repentino del rendimiento escolar suele ser síntoma de un problema. Los cambios de humor (enfado, tristeza...) también pueden ser indicativos de un problema. El apetito, la energía y el sueño suelen ser los primeros en verse afectados en casos de depresión, ya que los niños tienden a somatizar (expresar a través del cuerpo) sus problemas psicológicos, pues aún les cuesta expresar adecuadamente sus sentimientos.
Cuando su hijo sufre una crisis nerviosa, es necesario ayudarle a recuperarse, mediante psicoterapia y medicación. También es importante ser consciente de la enfermedad, que es real, y seguir algunas reglas para ayudar a tu hijo a recuperarse lo antes posible.
Quizá lo más importante que puede hacer un padre en esta situación es escuchar, hablar y estar presente. Sin invadir demasiado su zona de confort, el progenitor debe demostrar que está dispuesto a escuchar sin juzgar, a comprender los sentimientos del niño y a apoyarle pase lo que pase. Y aunque los niños son frágiles y pueden sentirse abrumados por ciertos elementos de su entorno, también son muy resistentes y se recuperan rápidamente de los problemas de salud que están bien controlados.